El 9 de mayo de 2012, Argentina marcó un antes y un después en la lucha por los derechos de la comunidad trans con la aprobación de la Ley de Identidad de Género (Ley 26,743). Esta legislación pionera permitió que las personas transgénero pudieran inscribirse en los registros civiles con el nombre y la identidad de género que eligieran, sin necesidad de someterse a procedimientos judiciales o médicos invasivos.
La ley establece que toda persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género, al libre desarrollo de su persona conforme a su identidad de género y a ser tratada de acuerdo con su identidad de género, especialmente en lo que respecta a los documentos de identidad (Congreso de la Nación Argentina, 2012).
Además, la Ley 26,743 define la identidad de género como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento. Esto incluye la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que sea libremente escogido (Congreso de la Nación Argentina, 2012).
El impacto de esta ley ha sido profundo y duradero, no solo en Argentina sino en todo el mundo, al ser una de las legislaciones más avanzadas en materia de derechos trans. Su aprobación significó un reconocimiento legal y social de la identidad de género autopercibida, y sentó un precedente para la inclusión y la igualdad.
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