En un contexto de guerra constante, activistas palestinos están luchando valientemente por los derechos LGBTQ+, enfrentando una doble opresión: el colonialismo y el patriarcado. Rauda Morcos, abogada y activista de derechos humanos, ha sido una figura clave en este movimiento, ayudando a fundar ASWAT, la primera organización para lesbianas palestinas, también conocida como el Centro Feminista Palestino para la Libertad de Género y Sexual.
ASWAT comenzó como un grupo de correo electrónico a finales de los años 90, con el objetivo de iniciar conversaciones sobre la orientación sexual en Palestina. Hoy, la organización ofrece una línea de apoyo para mujeres y hombres con dudas sobre su sexualidad. A pesar de los desafíos, Morcos ha observado cambios positivos en las últimas dos décadas, incluyendo la visibilidad de parejas palestinas con hijos, algunas abiertamente y otras no.
Sin embargo, los activistas como Morcos han pagado un alto costo personal por luchar contra normas sociales represivas que marginan aún más a los miembros vulnerables de la comunidad LGBTQ+. Los palestinos queer enfrentan una intersección compleja de identidades, lidiando con los mismos problemas que otros palestinos, mientras luchan por el reconocimiento legal y la protección contra la discriminación anti-LGBTQ+.
El marco legal es complejo y varía significativamente entre los dos territorios palestinos: Cisjordania y la Franja de Gaza. En Cisjordania, los actos sexuales entre personas del mismo sexo fueron despenalizados en 1951, pero en la Franja de Gaza, bajo el gobierno de Hamas, las condiciones son más desafiantes.
Los activistas palestinos han soportado ataques personales, discriminación y amenazas de muerte mientras luchan por la igualdad de derechos en una región ya afectada por el conflicto. A pesar de estos desafíos, continúan su lucha por un futuro más inclusivo y equitativo.
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